Ser mujer en el quinto país que más mata mujeres en el mundo es saberse fortaleza y sobreviviente.
Luchar cada día por liberarse de las cadenas que intentan aprisionarnos.

Recuperar el cuerpo que nos pertenece.
Celebrar el coraje de ser quienes somos.

Era una danza de manos y miradas.

Avanza, retrocede, enfrenta, se cierra.

Seguir el ritmo de la vida requiere plena atención.

Percibir el momento del encuentro para no perder la conexión.

No importa de qué lado estés, las puertas siempre son un misterio.
Puede haber una familia viviendo… o un camino sin fin.

Del lado de dentro, construcción.
Del lado de fuera, expectación.

Yo transito seducida por las puertas que encuentro en el camino.

Iemanjá, Odoyá. Reina del mar.

Madre del agua. Sus hijos son peces.

Vestirse de azul y blanco. Ofrecer regalos a la sirena.
El dos de febrero es día de fiesta en el mar.

El mar, que es camino hacia todas partes.

Puede ser un límite y puede ser un encuentro.

El cielo y el mar se unen en distintos tonos de azul.

Aves y barcos transitan como si solo existieran infinitos.

Mi mirada contempla la libertad.

La movilidad es un derecho de todos.

El pavimento táctil cumple ese papel para las personas con discapacidad visual.

Desplazarse por la ciudad con agilidad y seguridad proporciona autonomía y transforma vidas.

Mirar despacio cómo llega la noche.
Una escala de colores que se va revelando.
Un mundo de posibilidades entre el amanecer y el atardecer.

La vida es lo que sucede en ese intervalo.

Agua que se va y no vuelve.
Vida siguiendo su curso.

La naturaleza se mueve y me conduce entre sus texturas, luces y paisajes.
Seguimos sin rumbo, pero disfrutando del camino.

Se dice que la solitud es la virtud de quien ha aprendido a ser sol.

No tiene nada que ver con el vacío, sino con sentirse lleno.

Yo y mi cámara apuntando al silencio.

Un inmenso confort al reunirme con mis pensamientos.

Nativo de Itacaré, Nero sube y baja el río todos los días.

Él, con gentileza, comparte su mundo con quienes suben a su barco.
Su tiempo se mide en mareas y su vida sigue el ritmo que impone la naturaleza.