Esta serie es un paseo entre calles y callejones estrechos, donde el tiempo parece suspendido, y es posible ver belleza en lo ordinario, arte en lo cotidiano y poesía en los detalles.
Son historias de la vida común que se desarrollan con una cadencia lenta, pues, al parecer, la prisa del mundo moderno no tiene permiso para entrar.
Caminar por estas calles sin pretensiones es como sumergirse en un libro de historias vivas; a través de las puertas de madera desgastadas por el tiempo —cada una con su propio encanto— se abren portales que invitan a la imaginación.
Cada casa es un universo en sí mismo, un microcosmos de emociones, sueños y realidades. Y nosotros, observadores silenciosos, somos invitados a presenciar y celebrar esa danza constante entre lo privado y lo público, entre el ser y el parecer.
Hay caminos que piden ir más despacio.
Esta es una serie que intenta capturar la esencia de la serenidad costera en el momento en que el sol se oculta.
La combinación de una luz que inspira con un lugar que es pura poesía para los ojos.
El encuentro de esta porción de tierra emergida en contacto con el mar, con una fusión de colores que encanta los sentidos.
Una belleza que bien podría llamarse atemporal.
Los horizontes me seducen por contener la fuerza y la calma que habitan en el azul, un color que me despierta infinitos y me hace sumergirme en la inmensidad del mundo.
Es un paisaje que da descanso a los ojos y al alma.
Un lugar para perderse o encontrarse.
Sorrento es una ciudad costera en el suroeste de Italia, orientada hacia la bahía de Nápoles.
Un lugar encantador en la Costa Amalfitana que seduce por sus colores vibrantes, ya sea del mar, de las flores o de su arquitectura.
Allí, la vida transcurre despacio, lo que nos permite recorrer con más atención sus calles, callejones, montañas y carreteras que bordean acantilados con vistas al mar.
Un verdadero portal para ver y sentir las bellezas del mundo.
Observar la bruma flotando sobre el mar es mirar el misterio de frente.
Te susurra secretos en capas y te conduce al lugar de la imaginación.
Son partículas suspendidas en el aire, como polvo, como nosotros en esta inmensidad.
Calma para la mente. Respiro para el alma. Paz en el corazón.
Un parque en medio de los rascacielos de Nueva York.
Central Park representa una pausa en vidas frenéticas.
Y belleza en mi camino.
Entre frutas, flores y hojas: mariquitas y un universo encantado.
Parece un mundo lejano, pero está justo ahí, en mi jardín.
Centrarse en lo posible. Admirar lo alcanzable.
La rama seca que hoy reposa sobre la mesa como adorno,
un día sostuvo hojas, flores y frutos.
Fue vida, alimento y sombra.
Y antes de ser rama, fue tronco, raíz y semilla.
Fue vida, refugio y base.
Hoy, simplemente reposa.
São Paulo es una de las ciudades más pobladas del mundo.
Fascinada por esa complejidad, mis lentes transitan entre lo
macro y lo micro, y se preguntan:
Alta densidad y alta soledad. ¿Cómo habitan el mismo lugar?
Tantas mentes, pero no dialogan.
Tantos cuerpos, pero no se conectan.
Miles de mundos ensimismados que, aun compartiendo el mismo espacio, jamás se encontrarán.
Noruega y sus fiordos: brazos de mar rodeados de montañas.
Lugar de paz. Tierra del Sol de Medianoche. País feliz.
Observar el privilegio que es vivir rodeado de naturaleza.
Caminar fascinada por los infinitos tonos de verde.