El mar es el camino que recorren los hijos de Iemanjá. El amor es el lenguaje.
Flores, perfumes y espejos se deslizan por las aguas como secretos…
En el vaivén de las olas, la madre los acoge con su abrazo salado y sus mareas de sabiduría.
Esto es más que una conversación entre madre e hijos: es un lazo que trasciende lo visible, un acto de fe.