Aquí tenemos dos infancias que nos recuerdan que el ahora carga con el ayer y prepara el mañana.
Son herederas de historias y guardianas del conocimiento de un pueblo que sigue resistiendo.
Encarnan el tiempo en la piel, en el canto y en la mirada.
Los Krahô, que habitan el norte de Tocantins y forman parte de la nación Timbira, revelan en sus cuerpos la ancestralidad que los moldea.
Su pintura es mucho más que adorno: es ritual, protección, pertenencia.
Los tintes naturales —urucú, jenipapo y carbón— narran clanes, ciclos de vida y la profunda conexión con la naturaleza.
Registrar la trayectoria de los pueblos originarios es reconocer otras formas de saber, de vivir y de existir.
Con apenas dos siglos de contacto con los blancos, los Krahô siguen firmes —con los pies en la tierra y la mirada en el tiempo.
Así crecen los niños: sin olvidar quiénes son ni de dónde vienen.