Uno siente cuando está viviendo uno de esos momentos que va a marcarle para siempre.
Me di cuenta de ello al subir aquel río en el sur de Bahía, en una barquita de pescador, envuelta en una atmósfera de sencillez y colores brillantes.
Aunque disfrutaba de cada minuto de aquel presente, fui llevada inmediatamente a mi pasado al notar los banderines enmarcando el paisaje de aquella puesta de sol.
Sin darme cuenta, desvié el obturador de la línea del horizonte y empecé a fotografiar las banderitas atravesadas por los rayos del sol, en un movimiento frenético provocado por el viento. Todo allí parecía mágico.
Creo que este relato refuerza algo que siento sobre registrar momentos, algo que va más allá de la técnica, el buen equipo, el tiempo, la luz o el lugar.
Siento que fotografiar lleva, en el propio acto, nuestras propias memorias: partes importantes de nuestra historia que han formado lo que somos y nos han conducido al lugar donde estamos.